-Moraleja-dijo el narrador-: la locura es una flor en llamas. O en otras palabras, es imposible inflamar las cenizas muertas, frías, viscosas, inútiles y pecaminosas de la sensatez.

Angela Gorodischer
en La resurrección de la carne.

31.7.11

A girl and her dog

Desde hace unos días tengo cable. Gracias al gobierno argentino, es la primera vez que tengo cable. Muchos dirán que es un cable recortado, acotado, censurado, que tiene unos veinte canales solamente... ¿Y qué? Yo siempre tuve tres o cuatro de aire. He ganado unos 16 ó 17 que me permiten jugar a hacer zapping, aunque siempre termine viendo la trasnoche del siete, la TV pública , con su Filmoteca que es lejos, pero lejos, mucho mejor que cualquier  programa de la FOX, de la MTV, de WB, o como se llamen...
La otra noche vi una película impresionante sobre un perro y su amo, el amo era Don Jonhson, cuando era pendejo eh?, para que se ubiquen uno de los dos protas  de División Miami , y el perro, un perro de esos peludos, simpáticos y mugrientos, le buscaba mujeres y le avisaba de los peligros. Se comunicaban mentalmente. Por supuesto el perro era mucho más inteligente que él,hasta le corregía la gramática,  me hacía acordar un poco a los Houyhnhnms de Swift. O a mi hermana gemela cuando me corrige si uso mal el potencial. En fin, una joya absoluta en la medianoche. Un muchacho y su perro , A boy and his dog el título original. Ambientada en un mundo apocalíptico, que me recordaba cuando le hice una entrevista  a una sobreviviente de Hiroshima, Rieko Wada. No sé si la publiqué en alguno de mis tantos blogs, pero bueno, era así, había una tierra devastada, y por debajo un mundo, donde se vivía. Mal, pero se vivía. O sobrevivía, mejor dicho. Se preguntarán por qué hablo de esta película con tanto ahínco. Porque me asombró el año en el que está situada: 2024...tan cercano ,no? El apocalipsis a la vuelta del calendario.

Hoy , cuando sonó el teléfono y atendí , venida del mundo más feliz del inconsciente, era mi hermano, recordándome mi sentido cívico, vamos a votar Diana? , se me apareció el perro, diciéndome : Oye, no sé para qué tamaño esfuerzo, si de todas maneras va a ganar el otro. Y terca cual Don Jonhson adolescente, le contesté: Tú espérame aquí, vale? .
Sabía que al adolescente no le fue nada bien cuando le dijo eso al perro, pero todavía me cuesta creer definitivamente en mi intuición.
Volviendo con mi hermano de la votación me di cuenta que no era yo sola la que estaba sin esperanzas con el resultado, había como un apocalipsis vecinal, una moral devastada de ilusiones, la ceniza chilena sobrevolando la mañana de sol, haciéndola aún más fría, los coches dando marcha atrás en cualquier sitio, como si diera lo mismo chocar o no, los comerciantes, recién algunos, levantando sus pesadas cortinas metálicas, más empeñados en quitarse las lagañas de sus ojos que de abrir un día de votación, que saben que algo, mínimo aunque más no sea, van a poder vender. Faltan seis horas para el fin de la votación. El barrio está lleno de zombies, autómatas que como yo, fueron y metieron el sobre en una caja de cartón.
Miro los afiches del candidato, sonriente, recuerdo su culo moviéndose al ritmo de la música, contento, escucho a mi hermano decirme, en Europa están peor. Bajo del coche, saludo al peluquero que hoy trabaja , como siempre, recuerdo que en esa peluquería mi padrino tenía una librería y mi padre trabajaba en ella, hoy hacen claritos y alisan el pelo, depilan definitivamente, y tratan la celulitis.
Entro en mi casa, y escucho al perro de Don Johnson adolescente: ¿podrías lavar los platos y hacerte el desayuno, no?  ¿Me serviría de algo?, le contesto.  Tienes los cables cruzados, lo más importante para tu supervivencia lo consideras inútil, y lo inútil lo consideras un deber...Haz lo que quieras, me dijo mirando para otro lado.
Prendí el fuego y puse la pava.

30.7.11

pasar por alto las ventanas abiertas


La idea la había tomado de la película Conversación Nocturnas, un documental sobre la pianista Marta Argerich, que había visto en la pantalla de la tevé pública. Dormir de día. Esa era la solución. No tener que soportar el trajinar de las familias bien constituidas, las gitanas augurando un buen futuro, los comerciantes de la zona, algunos, prósperos , otros, recién llegados al barrio que prometía, como prometían los militantes de la esquina, disfrazados de gauchos y con globos amarillos que inflaban dentro de una camioneta pintada de amarillo oro.
El sol doraba toda la escena como los arcos del mac donald que engullían y escupían gente, un poco más allá , en la otra cuadra de su piso.
Lo único que le gustaba eran las flores de Hugo el florista, pero últimamente hasta ellas era truchas, estaba viejas, no eran flores frescas. Para comprar flores frescas había que irse por la vereda de la sombra, hasta La Praderita, tradicional casa de pastas del barrio. Ahí en la puerta había otro puesto de flores, que estaba mejor surtido: de ahí las flores duraban más, aunque la mujer del dueño era medio antipática, cuando estaba el hombre solo, le redondeaba los precios, y la verdad que comparándolas con las de Hugo , el florista de la esquina , no tenían ni punto de comparación.
Así que se hizo fuerte para soportar todo ese trajinar de sábado a la mañana, se levantó de la cama, y se propuso llegar hasta la casa de comida para gatos, comprarle un bolso de piedritas absorsol, paquete negro, que le había dado buen resultado cuando se fue a principio de año a pasar el invierno a Alemania, con dos bolsas de esas, la gata anduvo lo más bien. Y otro tanto con el alimento, el Vital Can era más barato que el Royal Canin, y sin embargo la gata parecía bien alimentada.
Así se puso la campera francesa, la de la nieve, sobre el piyama verde loro, y salió, dispuesta a conseguir todo rápidamente, y volver con los azufres, que eran parte de la lista. Las barras de azufre que le sacarían el dolor de espalda y por ende el de cabeza. Compró cinco, por suerte no se encontró en el camino con la gitana que siempre la mangueaba, se hizo la simpática con un par de vecinos y estuvo a punto de comentarles a los de la perfumería, que tenían un cartel Busco cajera con experiencia, que ella estaba sin trabajo, pero que experiencia como cajera, más allá de su trabajo por cinco meses en el Casino de Lanzarote, controlada por cinco cámaras, no tenía, pero que estaba segura que podía poner mucho más empeño en hacer ese trabajo que cualquiera que tenía cuatro o cinco negocios como referencia para hacer un buen CV y ser tomada. Entonces recordó su plan . A Marta Argerich, diciendo que dormía de día y vivía de noche. Nadie le podía discutir nada, Marta representaba la cultura y era admirada en varios idiomas desde sus quince años, no  importaba que le tiemblen las piernas del pánico, no importaba que no tuviese amigos y se aburriese soberanamente dando conciertos por todo el mundo, sin gente joven a su alrededor, la cosa era que fue y es ,una pianista consagrada, y como si fuera poco, argentina, y como si fuera poco, no se teñía las canas , ni hacía dietas, ni nada, sólo era ella, después de mucho sufrimiento, de cortarse con un filo un dedo para no dar un concierto, de inventar excusas para no enfrentarse a situaciones que  leyendo a Gide se le presentaban como dignas de ser representadas.
Marta le había dado la idea, y no podía fallar. Ella tampoco se bancaba la luz diurna, ella quería desaparecer de la faz de la tierra, lo más sutilmente posible. Lógico que debía cumplir con deberes de madre soltera, eso lo tenía bien claro, y aunque la gata no fuese suya , sino de su hijo, también debería ocuparse de eso, si no quería que la despierte varias veces durante el día reclamando comida y piedraas para mear.
Así que tomó coraje y salió, con un gorro que la ocultaba, tenía, o le parecía, un rostro desfigurado por el llanto.
Compró todo y más, hasta un jabón de rosa mosqueta que no necesitaba pero que le dio tanto placer al olerlo que se lo regaló a sí misma.
LLegó y dejó todo sobre la mesa de la cocina, viendo en lo que se había convertido su casa durante los dos días que ella decidió quedarse en la cama, para recuperarse de su malestar: un asco.
Y ahí le vinieron ganas de llorar, miento, antes, al hablar con su hijo de los hombres y la obligación de soportar a las mujeres en su período , o su SPM, da igual, no podía creer haber educado a ese hijo, lo veía tan machista como la mayoría de hombres que ella aborrecía, dónde había quedado lo sagrado de la menstruación de las mujeres, ese estado de revolución hormonal que ninguna de nosotras queremos pero que viene tan inesperadamente como se va, y que nos vuelve frágiles, histéricas, desconfiadas, lloronas, a punto de sentir que no servimos para nada, absolutamente para nada.
Por eso, después de la charla lo hizo tender ropa, se aseguró que sepa centrifugar como corresponde, no sea que las pastillas  sean más poderosas de lo que ella imaginaba, le dio dinero para pasar dos días y poder comprar víveres, morir de hambre no moriría, eso estaba asegurado, y le avisó, que probablemente no despierte hasta el otro día, no tenía por qué, no había motivos. La gata y él tenían alimento asegurado, hacía frío, mucho frío, no tenía que trabajar, no tenía ningún compromiso con nadie. Vivir estaba demás. Así que se tomó sus pastillas, en un dosis que sabía perfectamente no la iban a matar, pero tampoco sería fácil despertarla, el domingo debía votar. El dormir debía extenderse hasta entonces, aunque no tenía ninguna esperanza de ganar, no dejaría que ese voto fuera para el candidato que odiaba con toda su fuerza, tan estúpida era, tan imprescindible se sentía, como si un voto más, un voto menos, podría cambiar el resultado de una elección que ya estaba resuelta. El efecto de las pastillas pronto comenzó a notarse y como en el quirófano, comenzó a sonreír. Al final, con poca surte, despertaría de noche. Y la vida no era tan peligrosa a la noche como a la luz de sol.

29.7.11

Los ayudantes de mi caída y mi renacimiento




rojo sol luna cruel
papi nunca va a volver
nada es tuyo de verdad
ciérralos duerme ya
si muero  mientras dormís
no te pongas a llorar
nada es nunca lo que ves
escalá hacia lo que soñés
si muero mientras dormís
no te pongas a llorar
ciérralos
duerme ya

Esta nana, desde que la escuché en el Torcuato Tasso, el sábado pasado, cantado por Dolores Solá acompañada por su marido Acho Estol, no dejó de sonar, obsesivamente, como la luna cruel de la que habla, se reprodujo una y cien veces, hasta que me hizo surco en el alma. Algo había en ella que me hizo sacar la cámara del bolso y hacer lo que nunca hago, registrar en vivo un tema. No me gusta, no por lo derechos de reproducción a los que jamás le doy bola, porque no se puede comparar el escuchar a La Chicana en vivo, a escuchar su disco con ver mi estúpido video, para nada, sería, como dice Zaffaroni, el juez que acusan de tener un prostíbulo, sería débil mental si lo pensara.
La cosa es que ese recital fue el que abrió la puerta que me hacía falta. Después de  siete meses de búsqueda, de siete cabalísticos meses de demoler muñecos, de golpear manos y que nadie salga del rancho, meses en los que quedé enfrentada a mi conciencia, a mi más absoluta soledad, desencantada de hermanos a los que les pedís trabajo y se hacen olímpicamente los boludos, amigos que te dan la espalda, gente que no tuvo nada que ver en lo que pudo haber sido el detonante de toda esta historia, pero la voz corrió y hubo pocos saben  lo que dice la nana del principio, nada es nunca lo que ves, un caso de amor más, con mucha diferencia de edad, se convirtió en un crimen, por el que debo pagar quién sabe, hasta el fin de mi vida.
Decía antes que en estos meses, de volver sí, a encontrarme con los amigos verdaderos, esos que siempre estuvieron , más allá de la fama efímera, del éxito de mercado, esos que te quieren por tu esencia y no por la botella de champagne que le llevás a la fiesta, esos que lloran con vos o te pegan un revoleo  cuando te ven con el rouge corrido , decandente máscara de lo que una vez fuiste, esos, de fierro, tremendos cachos de fierro que no te sueltan ni a sol ni a sombra, esos son pocos, muy pocos, y de una u otra manera en general, están ligados a tu infancia, o a tus principios, cuando como dice la nana una vez más, escalás hacia lo que soñás, y no tenes delirios de grandeza, ni te la crees, sabés que lo que hoy está encumbrado en un palo dorado cae mañana por un feroz viento del sur, y se rompe en mil pedazos, y nadie te va a ayudar a juntar los pedacitos de muertes y vidas , historias de renuncias y decisiones que subiste ahí, bien en lo alto, para que todos vean y digan ohhhh... Es entonces como cuenta Maradona, a quien amo profundamente porque un tipo que le da tanta alegría a un pueblo, tanta, que aparece en un afiche de un bar de una reproducción de la ciudad de Yemen, en el Deustches Museum  de la ciudad de Munich en el año 1987, una de las situaciones más surrealistas que vi con mis propios ojitos, cuando aún no necesitaba anteojos, pero no tenía una cámara de video, ni siquiera una de fotos para demostrar la fuerza de ese personaje que atravesaba tantas barreras en una época en que la internet estaba lejos de ser un ayuda memoria más en nuestra vida, y decía entonces que un tipo que tanta alegría le dio al pueblo argentino, más al de Yemen más al alemán, por lo menos en este caso que cuento, no se merece ser tildado de drogadicto, o arrogante, es un tipo que vivió lo peor de lo peor, pasó a vivir como un rey a quien se le abrían todas las puertas, y de repente a ser un degenerado que sólo toma cocaína. Eso me duele, la estigmatización de la gente por la gente misma, el cerrar puertas en tus narices, porque una vez en tu puta vida no hiciste lo que se suponía debías hacer, le fallaste a la sociedad, le clavaste un puñal a las buenas costumbres, viviste con ganas arriesgándote mientras los  que te acompañaban hasta entonces dijeron no, mucho para mí, no. Por eso, aunque se podría decir que mi caída comenzó el día que vi Man on wire, un funámbulo que cruza sobre un hilo, sin arnés? preguntó BTZ, sin arnés querido, sólo con un palo, camina en el cielo sólo con un palo de una torre gemela a la otra, cuando todavía estaban, y no sólo lo cruza ocho veces, qué digo, se arrodilla, se acuesta en el palo, a 450 metros de altura, y se da el gusto de llegar a una punta casi casi al alcance de los guardias que lo querían sacar de ahí, y pegar la vuelta, volver a caminar para el medio, ese medio que pendulaba por el viento, sobre el abismo,al cual nadie soportaba animarse, ese medio sólo para locos, soñadores, utópicos, que desafían todas las normas de la sociedad, sin armas, sin violencia, sin campañas sucias. El día que vi esa película, algo me impulsó al abismo, y yo que sufro de vértigo, sentí que cada uno en sus acciones contestatarias, estamos ahí, en el medio de ese hilo, de esa soga, que une dos torres gemelas de edificios construidos para demostrar poderío, y que más tarde, como en una tragedia griega, serían destruidos por la ira de los que detentan el poder más bajo, el de creerse que  con el miedo se dominan pueblos, el poder de las potencias mundiales, que ya sabemos todos a esta altura, son tan endebles que pueden entrar en default como cualquier país subdesarrollado, como se decía antes, o países en desarrollo como se dice ahora.Pero todavía debían sucederse una cadena de acontecimientos en mi vida , para llegar al punto de darme cuenta de mi caída, todavía no estaba del todo claro, no había suficiente luz para mostrarme el pozo en el que yacía, o todavía creía que como en la película 127 horas, tenía agua para rato y alguien me rescataría, sacándome de encima del brazo la piedra que me lo aplastaba. Y así, en cuestión de días nomás, fui sujeto de varios empujones hacia el final, hasta que ayer a la noche vi una película recomendada por el amigo de un amigo, para ilustrar lo que se le rondaba en su cabeza, desde el momento mismo en que leyó el guión del largo que le mandé para que leyera, esa película fue Caótica Ana, de Julio Medem, y si bien hay situaciones que no entiendo por qué no las quitó , situaciones que están , para mí, y siempre para mí, demás en esa historia, hubo algo que me recordó otro algo cuando la terminé de ver, y me fui a la cama, no sin antes buscar en la biblioteca un libro que me regaló mi viejo, mejor dicho, EL único libro que me regaló mi viejo, ya siendo adulta yo, y viviendo rodeada de  saharahuis, en la isla volcánica de Lanzarote, un libro que me trajo mi hermana hasta Alemania, con una dedicatoria de mi papá aún vivo, que dice, con cariño para mi hija Diana, papá Maximiliano, y está firmado con esa firma aprendida en Argentina, al llegar, a sus diez años, y cambiar de un día para el otro su idioma, y aprender que debía firmar con su nombre completo oculto tras un garabatear de líneas curvas que  seguro el no sabía se asemeja al símbolo de infinito, repetido varas veces, hasta que la birome comandada por su mano hacía una colita hacia abajo demostrado  ya  que la firma había sido acabada. Ese libro es Mujeres que corren con lobos, y la recomendación vino de mi propia hermana, Alejandra , que supongo en esa época admiraba mi osadía, y mi libertad, tanto como después la criticó, cuando me enamoré de quien no debía haberme enamorado, como si el enamoramiento se pudiera controlar.
Cuando me iba a la cama con el libro bajo el brazo , dispuesta a encontrarme con lo que el destino me quisiera dar a leer, abierto el libro, no por el principio, sino al azar, recordé una vez más que la película, hablaba de una mujer que hablaba por muchas otras que ya no tenían voz. Y recordé también, un viejo texto mío, en stand by, con el que inicié una serie de entrevistas a mujeres golpeadas por la vida de una forma brutal, lo busqué y vi su fecha, lo escribí un 23 de agosto, oh casualidad! de hace ya cinco años, el principio es este:
Siento que mi sangre ruge para ser escuchada.
Mi sangre hoy, guarda  la voz de muchas. La mayoría desconocidas para mí, pero no para mis venas ni para mi espíritu.
Debo comenzar esta tarea antes que sea tarde.
Dar puntada tras puntada, uniendo retazos.
y termina la presentación así:
Por todas ellas , para conjurar nuestro espanto, es que comienzo estos relatos, que ojalá sirvan para mitigar lo que sabemos, más tarde que temprano, a juzgar por los acontecimientos, algún día acabará .
Ese fue el comienzo la punta del hilo de Ariadna, un laberinto en el que me metí, como la caótica de Ana de Julio Medem en su film sin desearlo, sólo por la tremenda necesidad de hablar por ellas, aquellas temerarias y benditas mujeres que corriendo con los lobos, no pudieron ser domesticadas. Y abrí el libro, en cualquier página, y me encontré con este párrafo del análisis del cuento de Vasalisa , cuando a la vuelta de su viaje iniciático porta una calavera que le entregó la Yagá, la bruja salvaje, para que alumbre su camino:
Ha atravesado la oscuridad prestando atención a su voz interior y ha podido resistir la contemplación del rostro de la Bruja, que es una faceta de su propia naturaleza,pero también la poderosa naturaleza salvaje. De esta manera puede comprender el temible poder de su propia conciencia y el de la conciencia de de los demás. Y ya no dice, le tengo miedo...Vasalisa regresa a casa con la temible calavera ensartada en un palo...una temible luz emana de los ojos, los oídos, la nariz y la boca de la calavera...lleva la llama de la sabiduría;posee unos sentidos despiertos. Puede oír, ver, oler, y saborear las cosas...por un instante Vasalisa se asusta del poder que lleva...la mujer que recupera su intuición y los poderes yaguianos llega a un punto en el que siente la tentación de desecharlos, pues ¿de qué sirve ver y saber todas estas cosas?. La luz de la calavera no tiene compasión. Bajo su resplandor, los ancianos son unos viejos; lo bello es lujuriante; el tonto es un necio...
Y así apagué la luz, no la de la calavera de Vasalisa, de Ana, de Ingrid, o Diana, la luz que me posibilitó el sueño , hurgar en esas cavernas temibles de la intuición que en mi caso, la mayoría de las veces, me avisan lo que va a suceder, de un modo crudo y bestial, sólo que yo, como una tierna Vasalisa, antes de descubrir el poder de la Yagá y de llevar bien alto la calavera, fingía olvidar, para poder sonreírle al mundo, y ser aceptada como una más.
Por eso, el sábado pasado me reencontré con una parte mía dejada en el Bar Británico frente al Parque Lezama, el domingo estuve al lado de la moribunda madre de una amiga de la infancia, por eso pude renunciar esta semana a ser lo que los ayudantes de mi caída querían que fuera. A la luz de la pronta calavera, que soportó pelotones de fusilamiento, cárcel y violaciones, exilios y amores imposibles, algo comencé a ver. La semana con sus causalidades, hizo lo demás.
Un tropezón, no es caída.


Si muero  mientras dormís
no te pongas a llorar
nada es nunca lo que ves
escalá hacia lo que soñés
si muero mientras dormís
no te pongas a llorar
ciérralos
duerme ya.

Letra de  Lullaby, de Tom Waits, adaptada al castellano por Acho Estol, y cantada magistralmente por Dolores Solá.
Voilá!

23.7.11

estoy bien, en una cama deshecha



Así decía la canción
así
mientras le caían los mocos al protagonista
así se juntaban quien vomitó frente al vacío y
quien no pudo decir lo que fue a decir
así
y así está bien
y estoy bien
cantaba la mina de la canción
y yo también
entendí por fin que era lo que me pasaba
no era una foto más o menos en el feisbuk
ni una pasta ni nada de eso
era ese estado de adolescencia
que no me dejaba de acompañar
ni aún siendo una vieja ama de casa con hijos y nietos
cercana a la menopausia
que pasaba sus días pensando en la nada
contándole sueños a las almohadas
dejando que las camas hablen
contesten los personajes de películas
y armen una vida paralela mucho más
nítida y feliz que la que llevaba
extrañando
siempre extrañando ese estado de adolescencia
del que nunca había podido salir

estoy bien
mi tía era una hermosa mujer que recordaba
empanadas rellenas de corcho para el amigo desprevenido
y sombreros que volaban hacia el cielo
cerca del palacio de la papa frita

mi tío pedía sólo una foto del nieto que no tuvo
y no le llegaba
tan siemple era su pedido que no se tomaba en cuenta
pero entonces para mí era muy simple resolver eso tan
pendiente desde hacía años y hacerlo feliz al pobre
que lloraba porque yo le había lavado los platos
en la fiesta del hijo
que cosa tan simple qué potenciada estupidez me hacía sentir
viva y fuerte
despreocupada de otra cosa que no sea dejar contento a mi tío
que recordaba cuando yo les di la sorpresa a todos
naciendo tras mi hermana o 18 minutos después
cuando nadie me esperaba
y qué feliz que fue él me decía y que raro yo
ser casi tan ingenua como ahora
pensando que todos me esperan y nadie está del otro lado.

I'm fine.
Estoy bien. Claro que sí.

Me veía retratada en una película de jóvenes londinenses
funámbulos entre el bien y el mal
entre la soledad y la compañía hueca
entre la risa y el dolor.

Cuantas veces no pude explicar lo que sentía
y alguien por mí lo hizo
tan sencillo como eso
varios ocupas varios colchones
y tantas camas como años en la vida
despertar y no recordar qué pasó ayer
renunciar a un trabajo
y por fin encontrar una foto que uno mismo sacó
en un afiche callejero que esconde nuestro futuro salto de paracaidista
al amor
siempre saltando al amor con un paracaídas que
no se sabe si se va a abrir a tiempo.

20.7.11

La imaginación al poder

...cómo para que no te odiaran, cuando el mayor pecado que puede cometer un hombre por estos pueblos no es matar a otro hombre, robar, ser confidente de la policía, convertirse en cuatrero o asaltante de banco, sino eso que vos hiciste sin saberlo: despertar la imaginación de la gente...
Kincón, Miguel Briante, Sudamericana 2005. 
No sé si fue eso, lo que me llevó desesperadamente a meter mis manos en la tierra.
Quizá fue el sueño de antes. De antes del mate, de escuchar el agua entrar en la pava, hoy hay agua , qué suerte, pensé, y enseguida lo escuché . Eso que no sé qué fue. Eso que me hizo dejar la pava despacio. Buscar los anteojos. Moverme hacia el comedor tan sigilosa como la gata.
Fui derecho a la maceta, le falta un riego pensé, después me ordené: ahora buscá. Y busqué. Tanteé la tierra así, como por arriba, hojas secas, nada más, dónde estás, mierda, dónde. Llevé la maceta a la cocina. El corazón lo sentía, claro que lo sentía. No era dolor. Era presagio nomás. Algo iba a encontrar. ¿Lo soñé? . No sé, lo escuché seguro, después del agua en la pava, algo sonó allí, en el comedor, en la planta esa, las plantas no hablan con voz de hombre, bah, las plantas no hablan. Punto. Y qué fue lo que escuché para estar sacando tierra un domingo a la mañana, tierra negra sobre el mantel, así, medio seca al principio, húmeda después. Vos seguí, no te entregués. Seguí. Separé las plantas con sus raíces, para que no vean, qué estúpida, si estaban en la misma maceta de donde salió la voz. La voz no salió de la maceta, fue del comedor. ¿cómo del comedor, si no hay nadie, qué va a salir de las paredes? Me dio risa pensar en Poe. Nervios bah, risa, lo mismo. Toc. Ahí va, acá está. Entré más la mano como un pequeño arado. Saqué un trozo de algo duro. Lo lavé. Brilló el color amarillo, verde, rojo, azul, qué mierda es esto? Volví a la maceta, otro toc. Y otro. Cinco tocs. Pedazos de cerámica , de piso, qué sé yo, todos con un lado amarillo, rojo, verde, azul. Lindos. Eran lindos. Los lavé. Los puse a secar cerca de la ventana, al sol. La última vez que fueron tocadas. Eso fue. Quién. Papá. Antes de su muerte. Allí las puso, y de allí las saqué hoy. Dos años después. Me dio risa. ¿Esto era? Y sí, qué. Qué esperaba encontrar. ?¿Guita? ¿Un mensaje oculto desde el más allá? Un papel diciendo te quiero poligriya?...Eso ¿no?, pero no. Cinco piedras de colores. Como las que les daba Colón a los indios a cambio de la plata. Ni vidrios,siquiera. Cerámica. Pum. Toc. Así de cruel se me viene dando la vida. Una vez que me engancho en algo. Prendí el fuego. Puse la pava. Y esperé.